Fernando Simón y la masculinidad tóxica


Ni en mis peores pesadillas me imaginaba que 2020 iba a ser así. El Covid-19 ocupa todos los medios, blogs y redes sociales. Y, como en todo acontecimiento de actualidad, tiene sus rostros protagonistas.

Uno de ellos es Fernando Simón, epidemiólogo y Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias en Españas. En otras palabras, es la cara visible de la crisis del Covid-19 y su gestión.

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Dejando a un lado cuestiones ideológicas -de hecho, Simón ocupa su puesto desde 2012, habiendo estado al frente en la crisis sanitaria del virus del ébola en la legislatura de Mariano Rajoy-, la figura de Fernando Simón ha provocado un movimiento curioso: críticas que van más allá de su labor, capacidad o gestión de la crisis, sino relacionadas con su masculinidad.

Que el aspecto físico es uno de los blanco más fáciles de las críticas no es nuevo. Y que es fácil desmontar a los autores de esas críticas, pues recurrir a la burla es mucho más fácil que argumentar, tampoco. Ya lo han sufrido otros personajes públicos como el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, al que han llamado de todo menos guapo.

Primero fueron algunos tuiteros más aislados los que se rieron del aspecto de Fernando Simón, pero después llegaron voces más conocidas como la de Pablo Motos, presentador de uno de los programas de máxima audiencia de la televisión privada, que se mofó de la voz delicada de Simón y de que «tiene aspecto de llevar varios días durmiendo en un coche». Casi nada.

Es preocupante criticar a un profesional no por su formación o capacidades, sino por sus cualidades físicas, sea quien sea. Pero lo cierto es que el físico y la actitud de Fernando Simón incomodan a ciertas personas porque no se ajustan a los roles de género establecidos. Me explico…

Fernando Simón es delgado, cabello largo y despeinado, grandes ojos azules. Tiene una voz aguda y una forma de hablar pausada. Sus formas son cercanas y amables. Se aleja, en definitiva, de la clásica masculinidad tóxica de «todos los hombres son duros». Del estereotipo de macho ibérico. «Con dos cojones», que se suele decir.

Pobre Fernando Simón, tan afeminado y blandito. Ese es el razonamiento de parte de sus críticos. Fernando se aleja de referentes masculinos, sobre todo pertenecientes a la derecha española, como José María Aznar y su bigote, Ortega Smith haciendo pesas con sus «fuertes anticuerpos españoles» -dicho por él mismo- o Santiago Abascal con su perfil imponente escalando una montaña o cabalgando como un caballero para salvar España (esto tampoco es ficción ni invención mía, sino uno de los vídeos de campaña de VOX).

Por todo ello, es una buena noticia que cada vez veamos más figuras como Fernando Simón, representando nuevas masculinidades. Porque no se es más hombre por tener más pelo en el pecho, por gritar más o por dar puñetazos en la mesa. Quizá sí más cavernícola.

Acerca de Lidia Baños

Periodista. Feminista incansable.
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