‘Hija vieja’ (Javier Sachez), una mística venganza al patriarcado


La mayoría de libros de terror que suelen caer en mis manos pertenecen a autores y autoras extranjeras. Grato fue mi asombro cuando una de mis sorpresas literarias de 2023 me habló con acento extremeño y, además, me descubrió un interesante trasfondo feminista.

Hija vieja (2022) de Javier Sachez (Badajoz, 1970) utiliza la literatura histórica como canal para lanzar una firme crítica al patriarcado, que va cristalizándose en la sociedad de las distintas épocas. Desde el Vultimaco -pueblo ficticio español- de la posguerra hasta el Madrid de la actualidad, las mujeres son presentadas como víctimas de la dominación masculina. En el caso de antaño, con una violencia y ferocidad que estremecen.

Pero más allá de regocijarse y lamentarse en la violencia machista, Sachez utiliza los elementos sobrenaturales y el folclore fantástico para tejer la venganza de las mujeres. Para ello, se basa en la premisa del matriarcado, siguiendo la estela de autoras como Gioconda Belli en El país de las mujeres (2010), pero en este caso no desde una perspectiva política y de un sistema de gobierno utópico, sino mediante la fiereza de la violencia, un “ojo por ojo” muy satisfactorio para los lectores y lectoras.

Hay muchos aspectos que me han encantado de la novela, como la puesta en valor de las carreras de Humanidades, la investigación, el arte, la Historia. Lejos de hacerlo desde una óptima elitista, Sachez refuerza la idea de la importancia de conocer la cultura de nuestros antepasados para comprender nuestro presente y no repetir errores. Y son precisamente el estudio, la investigación y la cultura los que empujan a Penélope, la protagonista, a bucear en el pasado para cambiar el futuro.

La atmósfera terrorífica que empapa la novela te conduce en una historia muy ágil y adictiva y, sobre todo, que desprende sororidad. Independientemente de la época, la edad, el físico, la ocupación y las características de cada una de las mujeres que hablan y callan en Hija vieja, todas están unidas contra la misma problemática. La sororidad es intergeneracional, transversal y necesaria.

Creo que puede ser una lectura un tanto incómoda para según qué perfiles, que pueden sentir que se demoniza a todo el sexo masculino, pero es importante saber leer entre líneas. Es curioso que Hija vieja haya llegado a mí en un momento como el estreno de la película Barbie, que precisamente también plantea una utopía feminista y, en este caso, en lugar de la violencia, utiliza la sátira para ridiculizar y criticar el patriarcado. Ya sea con Margot Robbie en Barbieland, ya sea con Encarnación y su magia negra en las cuevas de Vultimaco, ambas son muy poderosas armas contra el machismo que no dejaré nunca de recomendar.

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Khloé Kardashian y la madre de la puerta de atrás


Cuando creías que lo habías visto todo, llega Khloé Kardashian y comparte con el mundo una foto tras haber parido a su hijo. Todo normal, de no ser porque ella NO ha parido a su hijo, sino que ha ALQUILADO el cuerpo de una mujer mediante la gestación subrogada para tener un bebé. Si esto ya de por sí es demencial y doloroso (en pleno siglo XXI, hay muchos países donde es legal esta práctica que permite usar como meros recipientes a las mujeres), el estupor y la vergüenza ajena aumentan cuando ves que Khloé se recochinea, acudiendo al hospital, metiéndose en una cama y simulando acabar de haber parido un bebé. 

Al ver la foto de Khloé, más allá de la frivolidad y de la mercantilización de las mujeres, lo primero que pensé fue en la verdadera madre del bebé. En cómo se sentiría. En los nueve meses de embarazo, sintiendo crecer un ser dentro de ti, con todo lo que eso implica para bien y para mal. Las noches sin dormir, los dolores, los vómitos, los llantos, el ver cómo tu cuerpo cambia. El llegar el día del parto y sentir las contracciones y el horrible dolor. Las eternas horas en el paritorio dando todo, hasta tu último aliento, para traer un niño al mundo. Y, entonces, lo ves. Lo sacan de dentro de ti, con su cara, sus manos y su llanto de recién nacido. Le dedicas una última mirada, aún dolorida y sudorosa, mientras las enfermeras lo cogen, lo apartan de ti, se lo llevan. Te quedas sola en la habitación, mientras a tu alrededor empiezan a recoger los materiales y nadie te mira. La enfermera recorre el pasillo con el bebé, lo lava y lo prepara, para entregárselo a la otra «madre». La madre que ha pagado por el cuerpo de otra mujer por mero capricho. La madre que ha estado 9 meses en su casa sin sufrir. La madre que se ha preparado cuidadosamente el outfit, un pijama de Chanel o de Valentino, peinado de peluquería, uñas postizas y maquillaje, para meterse en una cama de hospital. La madre que recibe a tu hijo en brazos, lo sostiene como a un desconocido y posa para la foto. Y tú, mientras, sola en el paritorio mientras nadie sabe que existes. Ya has hecho tu trabajo, ya han usado tu cuerpo. Pares, te pagan y te vas. Así de simple y así de horrible.

Parece una escena sacada de ‘El cuento de la criada’, pero no lo es. Esto no es ficción. Esto es el mundo que nos está quedando para nosotras, nuestras hijas y las que vendrán.

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La bofetada de Will Smith en los Oscars la recibimos las mujeres


En una gala de premios como la de los Oscars suelen surgir anécdotas (que se lo digan al equipo de ‘La La Land’ en 2017…). Pero, seguramente, nunca ha quedado una anécdota tan desagradable con la que nos dejó Will Smith ayer. Y es que la ceremonia de los premios Óscar de 2022 ha quedado empañada por ese «incidente» del que todo el mundo habla y que está copando las portadas de los periódicos digitales y los memes de media humanidad: la agresión de Will Smith a Chris Rock.

Para los pocos rezagados que desconozcan qué ocurrió, el vergonzoso episodio puede resumirse en el cómico Chris Rock presentando uno de los premios y dedicando un «chiste» a Jada Pinkett Smith, esposa de Will Smith, en el que hacía referencia a su corte de pelo a lo ‘Teniente O’Neil’. Al parecer, el peinado en cuestión no es una decisión estética, sino que se debe a un problema de alopecia que padece la actriz. La cuestión es que esta broma de mal gusto no sentó nada bien a Jada, pero tampoco a Will Smith, que literalmente subió al escenario para abofetear a Chris Rock y gritarle improperios.

El espectáculo fue bochornoso. Pero, ¿por qué actuó así Will Smith? ¿Chris Rock tiene alguna responsabilidad? Y, sobre todo, ¿qué tiene que ver esto con las mujeres?

– Punto número uno: es injustificable agredir a una persona. Repito: es injustificable agredir a una persona. La violencia nunca es la solución y no puede excusarse una reacción agresiva en público bajo ninguna circunstancia. Independientemente del comentario de Chris Rock, Will no debió pegarle. Es importante dejar claro esto, sobre todo viendo el gran número de personas que califican esta reacción como «normal» o «merecida».

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– Condenar la violencia física y verbal de Will Smith no quita que se pueda criticar también el «humor» de Chris Rock. Y de toda una horda de cómicos en Estados Unidos. Debería haberse pasado ya de moda ridiculizar a las personas en un auditorio y delante de millones de espectadores, ya sea por su calvicie, por su cuerpo o por cualquier otra circunstancia. Es un humor casposo, cercano al bullying y que, mira tú por dónde, suele dirigirse en gran medida a las mujeres: a Penélope Cruz, nominada a Mejor Actriz por ‘Madres paralelas’, la llamaron «mujer de» Bardem, insinuaron que Jennifer Lawrence o Kirsten Dunst están gordas y, cómo no, se burlaron de algo tan básico como el aspecto físico de Jada Pinkett Smith. Parece propio del siglo pasado, y más en unos premios en los que, aunque aún queda mucho por hacer, vamos teniendo cada vez más representación femenina en categorías técnicas, de gran nivel como guionistas o directoras (de hecho, Jane Campion hizo Historia ayer convirtiéndose en la tercera mujer en recibir el Oscar a Mejor Director en toda la Historia.

– Como aventurábamos en la introducción, ¿qué tiene que ver todo esto con las mujeres? Mucho.
Por un lado, Will Smith se sintió con el derecho de intervenir por su esposa cuando la mencionaron, sin darle oportunidad a ella de defenderse. Y, como ya se sabe, la intervención se basó en ejercer violencia. Esto deja a Jada Pinkett, la verdaderamente damnificada, en un segundo plano, apuntando todo a que seguramente Will actuó también porque vio tambalearse un orgullo de ‘machito’ ante otro hombre. «No menciones a mi mujer con tu puta boca«, no se cansaba de repetir. Si al menos hubiera intervenido de otra manera, quejándose ante Chris de que el chiste podía afectarles, en vez de la forma en la que lo hizo, el impacto habría sido el mismo y se habría ahorrado esta crisis tan heavy de reputación.

– Pero, sin duda alguna, lo más grave fue el discurso que pronunció Will al recoger su Óscar a Mejor Actor. La Academia, lejos de descalificarle, le entregó el premio ante la bulliciosa sala aplaudiendo. Will decidió aprovechar su minuto de gloria para justificar su actitud, pidiendo perdón al resto de nominados y a la Academia (no a Chris Rock) y, sobre todo, disculpando su comportamiento con terribles frases como «por amor y por proteger a mi familia se hacen locuras». No, el amor no te obliga a hacer locuras, a ser violento, a hacer daño a los demás. No normalicemos ni romanticemos la violencia en un discurso propio de maltratadores, de aquellos que denominan a los crímenes «pasionales».

En definitiva, ayer fue una noche cinematográfica de sabor amargo. Las mujeres cada vez son más reconocidas en el palmarés, pero siguen teniendo que lidiar con el machismo de la industria: más atención a su vestimenta que a su trabajo, críticas a sus cuerpos, cosificación y burlas sobre su físico. Los ‘machitos’ se pelean entre sí, como si de un duelo medieval se tratase, por salvaguardar el honor de las mujeres.

En definitiva, se comprueba que, una vez más, somos nosotras quienes recibimos el golpe del machismo.

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‘Turning Red’ o por qué las fans no son unas locas


Hace tan solo unos días que se ha estrenado ‘Red’ (‘Turning Red’ en inglés), la primera película de Pixar dirigida por una mujer. Tras dirigir el corto animado ‘Bao’, Domee Shi se ha aventurado con este largometraje que muestra el duro paso a la pubertad de Mei Mei, una niña china canadiense que vive en Toronto.

Y lo cierto es que es una película con muchos aspectos positivos, desde la forma de representar la adolescencia en las chicas de forma metafórica (y no tan metafórica, porque es la primera vez que veo en animación una alusión a la menstruación), la alegoría a la figura de las amigas y la sororidad y, además, un tema muy interesante: ser fan. Sí, ser fan desmedida de algo. Idolatrar a una artista o, como en este caso, a una boyband.

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‘Turning Red’ (2022) | Pixar

De The Beatles a las beliebers: la ridiculización de las fans

Si menciono la palabra «fan», seguramente venga a tu cabeza la imagen de un grupo de chicas gritando, con los ojos empañados en lágrimas que difuminan la pintura de sus mejillas, en las que se lee el nombre de ese artista cuyo nombre corean. Un estereotipo que ha sido objeto de burla tradicionalmente. Porque si es una chica la que solloza al ver a su ídolo aparecer sobre el escenario, es algo ridículo. Pero si es un hombre el que llora ante la televisión cuando su equipo de fútbol mete un gol, se le llama «pasión y sentimiento». Un poquito injusto, ¿no?

Pero lo cierto es que es algo que ha sucedido durante décadas, una losa que durante generaciones han soportado las mujeres. Ahora son las fans del K-Pop las que a muchos les parecen unas histéricas, pero en los 2010’s fueron las directioners y, previamente, las beliebers. Las nacidas en los 90’s lo vivimos como los Backstreet’s Boys, mientras que de nuestras madres se rieron por su amor a Take That o New Kids On The Block. Nuestras abuelas lo sufrieron con los Beatles y, si me apuras, nuestras bisabuelas con Elvis.

Fans de los Beatles | Años 60

Y es que, incluso a esas figuras del panorama musical consideradas hoy leyendas, como The Beatles, en su día fueron ridiculizadas por verse como «grupos para chicas», cuando fueron ellas las incansables que acudían a todos sus conciertos y se sabían sus canciones de memoria las que los encumbraron al éxito.Y es gracioso que hoy los culturetas se llenen la boca alabando a The Beatles, pero a la vez se burlen de las groupies y de las fans de artistas y boybands actuales.

Esto no es más que otro ejemplo de machismo rancio, o de cómo cambia la vara de medir dependiendo de quién sea el fan en cuestion. Ya sucedió con Robert Pattinson, criticado por encarnar a un vampiro que hacía suspirar a las chicas en ‘Crepúsculo’ y con toda una campaña en su contra cuando se reveló que iba a ser el nuevo Batman, al que ahora todos los puristas de los superhéroes están alabando.

Lo bueno de ‘Turning Red’ es que homenajea al fenómeno fan y muestra la música como un elemento sanador en situaciones de ansiedad o tristeza, además de un instrumento de unión entre las amigas. Hace, al menos, un poco de justicia por todas esas chicas que somos o hemos sido muy fan de algo y no siempre nos han comprendido. Da el lugar que merecen a las fans y eso, sin duda, es para ser muy fan.

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El 8M, cabeza de turco en tiempos de pandemia


¿No sentís últimamente que vivimos en un continuo círculo vicioso? En tan solo unos días, se cumplirá el primer aniversario de la pandemia del Covid-19. Un año desde que nuestras vidas cambiaron para siempre. Una pesadilla que empezó culpabilizando al movimiento feminista y a la manifestación del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y que, curiosamente, culmina de la misma forma: achacando al 8M todos los males del universo.

Retrocedamos un año. El 8M se conmemora con masivas concentraciones en toda España. El Covid-19 ya estaba entre nosotros, pero no éramos conscientes de que estaba presente con tanta fuerza. Al menos, no los ciudadanos de a pie. Personalmente, yo opté por no acudir a la manifestación aunque en esas fechas los contagios en España eran escasos, pero tampoco voy a criminalizar a las compañeras que sí marcharon juntas en las calles.

Nadie era consciente de lo que vendría. Y cuando digo nadie, no solo me refiero al movimiento feminista. Porque al contrario de lo que nos han hecho creer, el fin de semana del 8M, España no se paró. Los bares y las discotecas se llenaron. Se celebraron conciertos. Partidos de fútbol y otros eventos deportivos. Y sí, fue una irresponsabilidad y se deberían haber tomado medidas antes observando a países cercanos como Italia. Pero no se hizo.

Sin embargo, nadie habla de esos eventos multitudinarios, sino exclusivamente del 8M. De nuevo, culpando a las mujeres de los males del mundo, de una pandemia global que nadie previó, al igual que se responsabiliza a Eva de que Adán comiera la manzana, o a la víctima de la Manada del sufrimiento que vivió o, yendo hasta lo absurdo, a Yoko Ono de que los Beatles se separaran.

Ahora, un año después, volvemos a lo mismo. El 8M está a la vuelta de la esquina y se utiliza como arma arrojadiza entre partidos políticos, medios de comunicación y cuñados de turno. En principio, se han autorizado manifestaciones de hasta 500 personas, manteniendo la distancia de seguridad. Y, siendo totalmente honesta, en la situación actual me parece una locura. No es lo más seguro, ni lo más sensato. Pero tampoco lo han sido manifestaciones fascistas autorizadas. O las promovidas por los anti-vacunas y negacionistas de la pandemia. O el sonado concierto de Raphael en un abarrotado Palacio de los Deportes en Madrid. Pero el foco de la crítica solo se dirige a la manifestación del 8M.

Es el momento de ser responsables y reivindicar nuestra lucha a través de otras vías. No podremos gritar en las calles, pero sí en la Red y otros espacios. Somos conscientes de ello. Pero lo que no tenemos por qué aguantar es la constante crítica hacia el movimiento feminista. Si se habla de irresponsabilidad, que se hable de todas las irresponsabilidades. No es justo que aprovechen una polémica para criminalizarnos, para hablar de feministas de primera y de segunda, para actuar como perros guardianes o dedicarnos miradas reprobatorias. Se está utilizando la situación para acallarnos, para destilar odio más de dos semanas antes de que se haya celebrado ninguna manifestación. En definitiva, para comenzar una caza de brujas.

Pero aunque este año sea diferente y la reivindicación se traslade a nuestras casas, nadie va a lograr quemar a estas brujas.

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Foto: Ramón de la Rocha (EFE)
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Fernando Simón y la masculinidad tóxica


Ni en mis peores pesadillas me imaginaba que 2020 iba a ser así. El Covid-19 ocupa todos los medios, blogs y redes sociales. Y, como en todo acontecimiento de actualidad, tiene sus rostros protagonistas.

Uno de ellos es Fernando Simón, epidemiólogo y Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias en Españas. En otras palabras, es la cara visible de la crisis del Covid-19 y su gestión.

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Dejando a un lado cuestiones ideológicas -de hecho, Simón ocupa su puesto desde 2012, habiendo estado al frente en la crisis sanitaria del virus del ébola en la legislatura de Mariano Rajoy-, la figura de Fernando Simón ha provocado un movimiento curioso: críticas que van más allá de su labor, capacidad o gestión de la crisis, sino relacionadas con su masculinidad.

Que el aspecto físico es uno de los blanco más fáciles de las críticas no es nuevo. Y que es fácil desmontar a los autores de esas críticas, pues recurrir a la burla es mucho más fácil que argumentar, tampoco. Ya lo han sufrido otros personajes públicos como el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, al que han llamado de todo menos guapo.

Primero fueron algunos tuiteros más aislados los que se rieron del aspecto de Fernando Simón, pero después llegaron voces más conocidas como la de Pablo Motos, presentador de uno de los programas de máxima audiencia de la televisión privada, que se mofó de la voz delicada de Simón y de que «tiene aspecto de llevar varios días durmiendo en un coche». Casi nada.

Es preocupante criticar a un profesional no por su formación o capacidades, sino por sus cualidades físicas, sea quien sea. Pero lo cierto es que el físico y la actitud de Fernando Simón incomodan a ciertas personas porque no se ajustan a los roles de género establecidos. Me explico…

Fernando Simón es delgado, cabello largo y despeinado, grandes ojos azules. Tiene una voz aguda y una forma de hablar pausada. Sus formas son cercanas y amables. Se aleja, en definitiva, de la clásica masculinidad tóxica de «todos los hombres son duros». Del estereotipo de macho ibérico. «Con dos cojones», que se suele decir.

Pobre Fernando Simón, tan afeminado y blandito. Ese es el razonamiento de parte de sus críticos. Fernando se aleja de referentes masculinos, sobre todo pertenecientes a la derecha española, como José María Aznar y su bigote, Ortega Smith haciendo pesas con sus «fuertes anticuerpos españoles» -dicho por él mismo- o Santiago Abascal con su perfil imponente escalando una montaña o cabalgando como un caballero para salvar España (esto tampoco es ficción ni invención mía, sino uno de los vídeos de campaña de VOX).

Por todo ello, es una buena noticia que cada vez veamos más figuras como Fernando Simón, representando nuevas masculinidades. Porque no se es más hombre por tener más pelo en el pecho, por gritar más o por dar puñetazos en la mesa. Quizá sí más cavernícola.

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Carta a todas las mujeres a las que he odiado


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Esto es para vosotras:

– A Úrsula, por no creer en el amor y robarle la voz a Ariel.
– A Spinelli, por besar a TJ en ‘La banda del patio’.
– A Pétalo, por ser la Supernena “más mandona”.
– A la chica del videoclip ‘Everybody’ de los Backstreet’s Boys.
– A Kate Sanders, por ir en contra de Lizzie McGuire.
– A Joey Potter de ‘Dawson’s Creek’ por estar con Dawson y después con Pacey.
– A Melanie C de las Spice Girls, por ir en chándal.
– A Christina Aguilera, por no molar tanto como Britney Spears.
– A Jennifer Aniston por estar con Brad Pitt.
– A Angelina Jolie, por ‘quitarle’ a Brad Pitt a Jennifer Aniston.
– A Hannah Montana, por compartir capítulo con Jessie McCartney (y con los Jonas -Brothers).
– A Demi Lovato, por compartir película con los Jonas Brothers.
– A Scarlett Johansson, por ser increíblemente guapa.
– A Penélope Cruz, por ser la actriz española más exitosa.
– A Teté de ‘Los Serrano’, por ser tan guay y estar con Guille.
– A Ginny Weasley, por hacer lo que le da la gana.
– A Victoria de ‘Memorias de Idhún’, por hacer sufrir a Jack.
– A las enemigas de Uma Thurman en ‘Kill Bill’.
– A las que llamaban “guarras” en el instituto.
– A la chica del campus universitario que no se depilaba las axilas.
– A mi ex-jefa cabreada, igual de cabreada que mi ex-jefe pero cobrando menos.
– A Miley Cyrus, por hacer twerking.
– A la ex del crush de mi amiga.
– A mí misma, a veces.

Os pido perdón. A todas. Es curioso ver cómo las mujeres nos odiamos gran parte de las veces por otros hombres. Por celos y rivalidad.

Odiamos a mujeres exitosas. Odiamos a mujeres valientes que rompen las reglas. Odiamos en vez de unirnos.

Pero ya no más. Ya nunca más.

Cada vez que vea a una mujer triunfar, disfrutar, desafiar o ser ella misma, lo tengo claro: le dedicaré una mirada de admiración.

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¡Abajo las divas! (o el miedo al reinado femenino)


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Es probable que en vacaciones cueste más de la cuenta leer artículos, pero hace un par de días hubo uno de la compañera Beatriz Serrano que me atrapó sobre Britney Spears y el despecho hecho negocio de Justin Timberlake. Y es que, por muy adorable que parezca Justin con su sonrisa de película, hay una realidad innegable que es que ha utilizado su relación con Britney durante estos años en su propio beneficio, mientras ella no le ha mencionado ni una vez. Y otra realidad incuestionable, como también recoge el artículo, es que Britney Spears es un icono de la cultura pop mientras que Justin es un reflejo más del eclipse de luz que es Britney.

«Novia de», «Esposa de», «Ex de»… Las mujeres hemos vivido durante años (siglos) bajo este yugo. No importa que seas una deportista de élite o una actriz premiada, que si tu pareja (masculina) también es famosa, serás conocida como una extensión de él, como una «mujer de». Y quizá por esta razón, cuando hay mujeres que se salen de esta norma como Britney Spears, a la que ni Justin ni ningún otro hombre han logrado hacer sombra, es muy común tratar de desprestigiarlas, de tumbar su carrera, de minimizar sus logros.

Continuando con Britney, este desprestigio no viene solo por parte de ex como Justin, sino de la prensa y de la sociedad en general. Cuando dejó de ser la joven de 18 años virgen y angelical que entonaba Hit me baby one more time y pasó por malas rachas, no todos la ayudaron. Más bien al contrario: mira Britney qué loca, mira Britney cómo se rapa el pelo, mira Britney qué gorda, mira Britney cómo se droga… Es decir, alegrarse de la desgracia ajena y ridiculizar a una cantante de pop que marcó un antes y un después.

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Incluso la versión calva de Britney tiene más flow que tú.

Pero Britney no ha sido la única. La que muchos se empeñaban de colocar como su archienemiga, Christina Aguilera, también ha sido el blanco de las críticas. ¿O es que nadie recuerda las fotos y crueles comentarios a su subida de peso? Los integrantes de los Backstreet Boys también envejecen y engordan, pero es a Xtina a la que se juzga por no lucir la delgada silueta de cuando era adolescente. Y, como siempre, su torrente de voz y su talento pasan a un segundo plano.

A Madonna también le han pasado cosas parecidas, ya no solo en los 80 en plena cumbre, sino en la actualidad. «Demasiado vieja para bailar», «demasiado vieja para enseñar piernas», «demasiado vieja para morrearse con Brtiney Spears», «demasiado vieja para hacer lo que le viene en gana».

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Reina(s)

Y si nos centramos en las teen idols actuales, observamos que el patrón no varía demasiado. Yo misma me incluyo en el grupo de personas que criticaba a Miley Cyrus por cambiar su estilo. ¿Es que acaso Miley no tiene derecho a decidir lo que quiere ser y hacer dentro y fuera del escenario? ¿Es que eso la hace menos diva que otras artistas?

Después vino Selena Gomez, a la que se criminalizó por, supuestamente, romper el corazón a Justin Bieber. Y hablando de Justin Bieber… nadie se echó las manos a la cabeza cuando tuvo problemas con las drogas de la misma forma que con estrellas femeninas como Demi Lovato.

En definitiva, cuando una mujer alcanza la cima por sus méritos, ya sea Britney, Dolly Parton o Rosalía, siempre hay toda una corriente que quiere frenar su ascenso. Es el miedo al reinado femenino, al poder de las mujeres. Afortunadamente, no son más que piedras en el camino para estrellas destinadas a brillar

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El machismo la toma con el Batman de Robert Pattinson


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No es la primera vez que pasa. Tras conocerse la noticia de que el actor Robert Pattinson está en negociaciones para encarnar a Batman en la próxima película del superhéroe, las críticas de los haters no se han hecho esperar. Ha estallado toda una campaña contra el actor, como también sucedió con el Joker de Heath Ledger (papel por el que obtuvo un Óscar) o con el Christian Grey de Charlie Hunnam (en este caso, la presión surtió efecto y el papel de Grey acabó en manos de Jamie Dornan).

Sin embargo, hay algo en el caso de Pattinson que va más allá del postureo cinéfilo hater. Y es que lo grave no es que se esté criticando a un actor por un papel que AÚN ni siquiera ha encarnado, sino el tinte machista y cavernícola que hay detrás de muchas de esas críticas (no todas, está claro, pero sí muchas de ellas).

Yendo al grano: ¿cómo va a interpretar a Batman el actor que dio vida a Edward Cullen, un vampiro de un best seller juvenil que enamoró a miles de chicas? Y no nos referimos a si el trabajo de Pattinson como Cullen fuera bueno o no, porque muchas de las críticas no van por ahí. De lo que se ríen o lo que causa gracia es que un vampiro que brilla, un protagonista de una saga romántica, un crush de adolescentes, vaya a interpretar a Batman, al Batman duro y machito de fans machitos que creen que Batman es de su propiedad.

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Uno de los «graciosísimos» memes ridiculizando a Pattinson.

Por eso, muchas de las críticas no juzgan las dotes interpretativas de Robert Pattinson, ni si se puede parecer físicamente al superhéroe de Gotham; lo que juzgan es que formó parte de una saga juvenil, su falta de hombría para protagonizar Batman. Les pica, les fastidia, les duele, les escuece, de la misma forma que tampoco pudieron soportar el protagonismo que ha tenido Capitana Marvel o que estrenaran una versión de Los Cazafantasmas protagonizada por mujeres. Porque claro, ¿a santo de qué están invadiendo las mujeres su mundo de machitos? ¿A santo de qué Robert Pattinson se atrevería a pasar de enamorar a Bella Swan a aniquilar villanos vestido de murciélago?

Se tiende mucho a llamar histéricas a las grouppies y adolescentes fans de fenómenos como Crepúsculo o Justin Bieber. Se tiende a ridiculizarlas, a burlarse de la emoción que sienten por sus ídolos. Pero, finalmente, la pataleta con el tema Batman ya ha dejado claro quiénes son los verdaderos histéricos

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¿Por qué se exige más a las películas ‘de mujeres’?


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Odio las etiquetas, las odio mucho. Y, a pesar de eso, he empezado este artículo con una. Con películas ‘de mujeres’ me refiero a filmes con un reparto mayoritariamente femenino, a remakes y nuevas versiones de pelis con actrices femeninas o a géneros copados generalmente por hombres y que ahora protagonizan mujeres.

Pero vayamos al quid de la cuestión: lo que sucede con estas películas (sobre todo con las dos últimas tipologías) es que suelen ser juzgadas más duramente que sus homónimas masculinas. Es decir, se les exige mucha más calidad o incluso se presupone que van a ser malas o que son innecesarias incluso antes de que se hayan estrenado.

Charlando el otro día con una amiga, repasamos algunos ejemplos de películas en las que la vara de medir era mucho más implacable por su componente femenino (y feminista). Para mí, estos son los dos más ilustrativos:

Las Cazafantasmas (2016)

Cuando se anunció el reboot de Los Cazafantasmas (1984), estalló la polémica. Y no fue solo por temor a que no le hicieran justicia a un clásico ochentero tan mítico como aquel, sino porque iba a ser protagonizada por mujeres. Al menos, eso dejaban entrever las críticas, que daban por hecho que el reparto femenino no iba a dar la talla, que las actrices seguro que no iban a ser tan graciosas como Bill Murray y compañía, que no tenía sentido que unas mujeres se enfrentaran con fantasmas, y un largo etcétera. Pero lo grave no es que haya gente a la que no le gustara Las Cazafantasmas, lo cual puede ser perfectamente entendible, sino la dureza y rechazo hacia una película que aún no había visto la luz.

Algo similar pasó con Ocean’s 8 (2018), que aunque no generó tanto odio, sí tuvo que enfrentarse a burlas y quejas previo a su estreno. Y no me refiero solo a los comentarios de más bajeza que se resumen en «Las mujeres A FREGAR», sino también a esos críticos de cine en potencia que reclamaban que esta entrega fuera un auténtico peliculón. De sus predecesoras (Ocean’s 11, 12 y 13) nunca se esperó gran cosa; al fin y al cabo, solo eran pelis ‘de robos’ cuya función es entretener al espectador. Pero como ahora son las mujeres las que roban, las que lideran, las que están en situación de poder, se exige un nivel mucho más alto. Y no tiene sentido, porque igual que si vas al cine a ver Fast and Furious sabes que simplemente vas a pasar un buen rato y no a ver una obra maestra, no demandes lo contrario solo porque ahora las protagonistas sean mujeres.

Capitana Marvel (2019)

El otro grupo de pelis que no son medidas con el mismo rasero cuando la óptica es femenina comprende aquellos géneros más masculinizados, como el de acción o la ciencia ficción. ¿O es que alguien puede olvidar las críticas a Mad Max: Fury Road (2015) por su óptica feminista?

De ello tampoco se escapan las películas de superhéroes. Cuando la mujer deja de ser un simple complemento del héroe o una doncella en apuros, las críticas no se hacen esperar. Pasó con Wonder Woman (2017) y está volviendo a pasar con Capitana Marvel (2019). Que si hay que boicotear esta película, que si todo es culpa de las feminazis, que si el feminismo se está cargando la esencia de Marvel… (Cuando, ojo, Capitana Marvel es un personaje de los cómics de MARVEL que existe DESDE 1968).

Así que no, las películas ‘de mujeres’ no tienen por qué ser malas. Pueden serlo, o pueden no serlo, como las protagonizadas por hombres. Pero, al menos, hay que dignarse a ver la película antes de juzgarla y exigir la misma calidad que le pedirías a cualquier otra. Y no, no son innecesarias ni una forma de «quedar bien» con el feminismo. Si hay algo que Hollywood hace constantemente es versionar, continuar y referenciar películas antiguas. Y no solo creando nuevas historias en las que las mujeres ocupan más protagonismo, sino también cambiando la procedencia o etnia de los protagonistas, el enfoque de la trama, etc. ¡Si hasta van a sacar una película de acción real del videojuego Sonic! Y sí, quizá la peli de Sonic o la de Capitana Marvel puedan ser desastrosas, o quizá nos acaben encantando. Pero dejemos que nosotros mismos lo descubramos.

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